El cierre de establecimientos educativos por culpa de la pandemia fue más prolongado en América Latina que en el resto del mundo, con un promedio de 162 días lectivos sin clases presenciales entre 2020 y 2021.
Dentro de este contexto, la educación remota fue, en la mayoría de los casos, el único contacto entre profesores y estudiantes durante meses, lo que supuso una serie de complicaciones y una disminución importante en la asistencia: 64,8% de los profesores de la región percibió una menor participación de sus estudiantes durante este período.
La cifra es parte de los resultados de ‘La Voz Docente: Percepciones y prácticas educativas de docentes en América Latina y el Caribe en el contexto de la pandemia de covid-19’, una encuesta que recoge la respuesta de cerca de 200 mil profesores en 21 países de la región.
A cargo de este estudio exploratorio, que se realizó en docentes de básica y media y que se llevó a cabo durante los meses de mayo a septiembre de 2021, está Summa, el laboratorio de investigación e innovación en educación creado por el Banco Interamericano de Desarrollo, que actualmente funciona como una fundación de carácter autónomo.
‘Lo que se busca es realizar un diagnóstico de qué ocurrió en los territorios y salas de clases durante el covid-19, con el fin de poder tener un análisis robusto, compartido y comparado entre países para, a partir de ello, diseñar políticas de recuperación y aprendizaje’, indica Javier González, director de Summa.
De esta forma, se pudo concluir que a nivel de la región, nueve de cada 10 profesores indican rezagos de aprendizaje en sus estudiantes, siendo 26,5% los que perciben rezago en más de la mitad de ellos.
Al ver los datos específicos de Chile, ‘cuando se les pregunta a los profesores cuántos creen que más de la mitad de sus estudiantes están rezagados, en Chile el 41,1% lo percibe así’, comenta González.
Espacio de interacción
Cuando a los docentes latinoamericanos se les pidió comentar cuáles percibían que eran las mayores dificultades enfrentadas por sus estudiantes durante el período de aprendizaje a distancia, el 85,1% nombró los problemas de conectividad a internet de los niños; el 54,7% mencionó la falta de tiempo de las familias; 27,8% nombró desmotivación o depresión en los escolares y 12,1% aludió a situaciones de violencia que ocurrían dentro del hogar.
Para estos cuatro casos, las cifras a nivel país se mostraron más altas que el promedio de la región —ver infografía—, llegando a 56,4% en el caso de notar desmotivación o depresión, a un 19% en cuanto a percibir violencia en el hogar y a 90,8% en el caso de la conectividad.
En algún momento, previo a la crisis sanitaria, ‘se comenzó a expandir la sensación de que la escuela tenía sus días contados y que todo iba a ser por internet. Pero la pandemia nos probó que eso no es así, que la naturaleza humana requiere de un espacio de interacción, socialización y encuentro entre iguales. Esa falta tiene una repercusión en la salud mental muy negativa’, indica González a propósito de las cifras.
Los números de Chile ‘son preocupantes, estamos hablando de que más de la mitad (de los niños) tiene un nivel de desmotivación o depresión’ y que no parece haber, ‘a nivel de sistema público, sistemas robustos para abordar los problemas de salud mental de los jóvenes’.
Con el retorno presencial a clases y para apoyar la labor de contención de las escuelas, el especialista sugiere revisar lo que se entiende por derecho a la educación en el país, yendo más allá de solo entenderlo como acceso, sino que incluyendo y reflexionando sobre conceptos como el de no discriminación, calidad y adaptabilidad (por ejemplo, que se adapte una clase para estudiantes cuyo idioma principal no es español, o que se adapte el currículum dentro de escuelas-cárceles).
El objetivo final es hacer que todos se sientan protegidos y bienvenidos.
Insuficientes
‘La Voz Docente’ también preguntó a los 200 mil profesores encuestados a qué adaptaciones, formatos y prácticas habían tenido que recurrir para hacer frente a los desafíos de la enseñanza a distancia.
Los formatos más usados fueron las clases en línea (70,6%) y los videos educativos en YouTube u otras plataformas similares (63,6%). Seis de cada 10 profesores utilizaron guías en formatos digital e impreso.
Con respecto a los apoyos que se recibieron desde los colegios y equipos directivos, promediando distintos tipos de orientación, 58% de los profesores de la región considera que fueron suficientes, mientras que 18,6% no lo siente así. Esta manifestación de insuficiencia es mayor en establecimientos con estudiantes de menos recursos.
Considerando posibles episodios de clases a distancia en el futuro, abordar estos números es importante, advierte Javier González.
Estas clases remotas a futuro ‘pueden ser por covid-19, pero también por terremoto’, recuerda haciendo un guiño hacia Chile.
A propósito del país, el investigador comenta que cuando a nivel local se les preguntó a los profesores si habían recibido o no capacitación para hacer clases a distancia, ‘el 56% dice que sí. Pero de ese 56% que la recibió, el 59% de ellos dice que la capacitación fue insuficiente. Entonces el ministerio puede decir que se hizo y que 60% de los profesores están cubiertos. Pero en realidad, un alto porcentaje no lo siente como suficiente. Aquí la calidad de la formación continua es clave’, indica.
Bajo esta misma idea, el representante de Summa expresa que 74% de los docentes señala haber financiado su computador de trabajo con recursos propios. ‘Básicamente, el sistema educativo descansó en los computadores que tenían los profesores en sus casas. Y hay que ver cómo se soluciona eso’.
Recuadro
Mirada positiva
La encuesta a nivel regional dio cuenta de que el 42,9% de los profesores que respondieron declara haber utilizado la metodología del Aprendizaje Basado en Proyectos o ABP (donde se trabaja investigando en torno a una pregunta, sin que exista un único camino correcto para llegar a cierto resultado) durante la época en que hubo clases a distancia.
‘Surgieron algunas prácticas pedagógicas que no veíamos en encuestas o trabajos que habíamos hecho, como el ABP. Y eso habla de toda una construcción por detrás: tiene que ver con trabajo colaborativo o con la capacidad de comunicación, por ejemplo. Eso es interesante, que la pandemia moviera la aguja hacia pedagogías más del siglo 21, de pensamiento crítico’, plantea González.
Entre otras cosas positivas que destaca y que advierte ‘no deberíamos perder’, se encuentra la ‘aceleración en cuanto a la capacidad de los profesores de usar tecnología’.